CARTA A SANTO DOMINGO

Padre Domingo, la gente se sienta en un banco de una iglesia, en una silla en su casa o en algún banquito en una suerte de «oratorio» improvisado para dirigirse a nuestro Dios y Señor.
Hoy la oración parece aburrida. Nadie habla de los caminos, como los que tú anduviste en presencia del Señor; ni del bello acto de elevar los brazos al cielo, queriendo rozar las caricias del buen Dios...
La oración es algo serio que cierra los ojos –y a veces invita al sueño...– y concentra nuestras energías en lo más íntimo de nuestro ser. Con Dios o sin Él. Quieren llamarla relajación, meditación, mindfullness...
Sin embargo, padre, tu oración sigue presente en nuestros días. La gente no lo ve, porque no te conoce, ni saben qué es Dios; pero todos llevamos a cabo cada uno de los nueve modos de orar que alguien un día recopiló. ¡Todos oramos con ellos! Dios late fuerte en cada corazón, crea en Él o no; «porque Dios es amor» (1Jn 4,8), y de eso necesitamos entender todos un poquito...
Primer modo de orar...
Inclinación profunda
Y en aquellas almas tristes, donde algo por dentro se ha roto; quebradas, desquebrajadas, hechas añicos... En esas miradas al suelo, perdidas, arañando una caricia de consuelo... ¿No estás Tú en ellas, mi Señor, juntando los pedazos del dolor, alentando a levantar la cabeza, infundiendo la fortaleza que nos impulsa a seguir mirando al Cielo? Eso también parece oración. Otra mirada que acompaña, las suaves yemas que secan sus lágrimas...
¿Y qué me dices de esa niña que cabizbaja se sonroja, presa de su timidez? ¿Soledad? ¡Jamás! También Tú obras en ella, mi Señor; también ella levantará la cabeza y mirará al frente, ante tu altar, y encontrará tu sonrisa, esa que alivia el alma.
¿Y ves esa madre que llora ante el cuerpo de su hijo muerto en la guerra? ¿No es su postura la misma con que tú te humillabas ante el altar? ¡Oración, padre, todo es oración!
Bocadito tras bocadito; ese cuello que sufre en cualquier archivo; la receta que rellena el doctor en su consulta; el notario que firma un sinfín de papeles... Fruto de tu oración.
Como indican todas estas figuras, este era el inicio de tu oración, padre: la inclinación de tu cabeza, la humillación, el impulso hacia el Amor.
Segundo modo de orar...
Venia o postración
Dicen que también orabas postrándote en tierra apoyado sobre tu cabeza...¿No te parece que es esa una de las muchas posturas que adoptamos para descansar? El salmista dice: «Hasta de noche me instruye internamente» (sal 15). ¡Qué bello es saber que en la oscuridad el Señor sigue acompañándonos y enseñándonos a orar!
También ante una mala caída podemos quedar así, tendidos. No creo que nadie que observe semejante escena pase de largo sin socorrer al caído; como quienes estaban a tu alrededor te sostenían en aquellos momentos con su oración. Tú postrado, el hombre caído; tú elevado, el hombre humillado. El dolor que se convierte en amor; el amor que trasciende y nos acerca a Dios.
¡Pero no todos son desgracias, hermano! En la playa, en la piscina, la gente disfruta tendida bajo el sol. ¡Qué divina gracia el descanso tras el duro trabajo de quienes acercan el pan a sus familias, a sus hogares! Junto a ellos también anda el Señor, entre risas y chapuzones, entre juegos y sombrillas. ¡Todo Amor!
¿Y sabes quiénes practican de una manera especial este modo de orar? ¡Los niños, padre! Los niños juegan a gatas, cuando no se postran en el suelo y arrastran sus cuerpecitos. Dijo Jesús: «Dejad que los niños se acerquen a mí» (Mc 10,14). ¿Acaso Él se va a alejar de ellos en algún momento? ¿Y no va a ser Él el Autor de esas risillas espontáneas que no parecen responder a nada?
Tercer modo de orar...
Disciplina
Esa disciplina tuya, Domingo, no está muy bien vista hoy en día... Hoy tenemos otros métodos de «castigar» nuestros cuerpos... Pero no nos gusta llamarlo «castigo»; preferimos hablar de «ascesis», una práctica muy extendida entre todos «los hombres de buena voluntad». Quien más, quien menos... ¿No sonríe en el dolor? ¡La vida es bella, hermano! ¿Qué padre no protege a sus hijos aparentando normalidad cuando su mundo está hecho añicos? ¿Quién no ha callado alguna vez para evitar males mayores, aunque sus impulsos le invitaran a reventar? ¿Quién no ha soportado jornada tras jornada de trabajo para alcanzar un sueldo medianamente decente que alejara a su familia de la indigencia?Esa fortaleza, ¿no la otorga solo Dios? ¿No es Él quien mueve los corazones cansados, abatidos, al amor, a pesar de las adversidades que en tantas ocasiones nos vemos envueltos? Sí, Domingo, tú lo sabes: es Él el que hace también esto que parece oración. ¡Todo es oración!
Cuarto modo de orar...
Genuflexión
Viene ahora una sencilla genuflexión, fija tu mirada en el Crucifijo.Recuerdo cuando mi padre me ataba los cordones de los zapatos... Lo estás viendo igual que yo, ¿verdad? A modo de genuflexión, se agachaba, se abajaba hasta mi pequeñez, y con suma atención, arreglaba el entrelazado que me hacía tropezar.
Por otro lado, los corredores, cuando van a iniciar una carrera, empiezan en una posición similar. ¿No está el Señor acompañándoles en su esfuerzo, en aquello que les hace vibrar, en esas ganas de darlo todo y superarse a sí mismos? No hay duda de que Él alienta y sostiene toda lucha.
¿Y qué me dices de ese muchacho enamorado que se dispone a pedir matrimonio a la joven radiante de felicidad? ¿No bendice Dios todo acto de amor? ¿No produce Él mismo ese cosquilleo en las almas de dos que se unen para ser uno solo?
Y esa atención que tanto ponías hacia el Crucifijo, ¿no la ponemos cuando escuchamos a alguien? ¿No está Jesucristo presente en el prójimo? ¿Y cuando vemos una película?¡También Dios se mueve entre fotogramas! (De eso estoy convencidísima...). ¿Y cuando contemplamos una obra de arte? ¡Dios es el Autor del arte! ¡Solo Él es capaz de tanta belleza!
Quinto modo de orar...
De pie
Cuando orabas de pie, te mantenías erguido, entrelazabas las manos o las levantabas a la altura de los hombros. Aunque cuesta mantenerse de pie, ¡también oramos de ese modo!Mira cuánta gente espera en una parada de autobús. ¡Qué tediosa puede resultar la espera! Sobre todo cuando se está solo... Hoy en día la gente suele tener las manos, no entrelazadas, ¡pero casi! Llevan consigo el teléfono móvil y, en cierto modo, su soledad queda aliviada por quienes les acompañan al otro lado de las pantallas. ¡Ahí está presente el Señor, uniendo almas!
Hablando de esperas... Los hospitales están llenos de pacientes, no solo de los que padecen, sino de los que tienen la divina paciencia de velar por sus familiares o amigos enfermos; en tantas ocasiones de pie, haga frío o calor, sin un asiento sobre el que reposar, con el machacador ruido de fondo, entre carreras de enfermeras y quejidos de quienes soportan con dificultades la enfermedad. Dios hace oración en medio de tanto dolor para convertirlo en amor.
Tú ponías las manos a modo de libro para orar. ¡Cuántas de nosotras nos hemos reconocido en ese gesto tan sencillo! Gracias, Domingo, por transmitirnos de esa manera el descanso, el consuelo, el alivio que aporta la oración.
¿Y cuándo crees que oramos levantando las manos? Cuando saludamos a alguien. ¡Me encanta este modo de orar! Dos que se reconocen a lo lejos, se sonríen y levantan las manos para darse un fuerte abrazo. ¡La unión de las almas de nuevo, padre! ¿No es eso orar? Unirnos unos a otros en el Amor.
Sexto modo...
Brazos en forma de cruz
Con la cruz en el cuerpo, te unías a Cristo en su pasión.Dicen que antes de iniciar una operación quirúrgica, cuando la anestesia empieza a hacer su efecto, el personal coloca los brazos del paciente en forma de cruz. En ese momento, la persona ya nada puede; sabe que solo le queda dejarse hacer. ¡Obra el Espíritu Santo en esas almas entregadas!
Se me ocurre además pensar en el cansancio que nos conduce a tomar esa postura en la cama: una siesta de verano o esos minutillos de relajación tras una jornada intensa de trabajo.
En esa posición permanecen, con un cansancio mayor, abatidos, tantos enfermos que reciben tratamiento durante largas horas. ¡Hasta los sillones terminan alentando a quienes los ocupan! Enfermos amigos de enfermos, lazos que crean familias: la unión de soledades en el Amor.
¿Ves que no se nos escapa ni un solo modo? ¡Todavía hay más! ¡Todo es oración!
Séptimo modo...
Brazos elevados al cielo
Tu mirada siempre estuvo puesta en el Cielo, padre; y todo tu cuerpo lo orientabas hacía allá, física y espiritualmente. Quizás no andemos nosotros pensando todo el día en las cosas celestes... «No se puede estar siempre arriba», me dijo hace años una religiosa. ¡Ojalá tuviéramos ese don! Pero es Dios quien nos mueve para, aun sin pensar en Él, sin tenerlo presente, nos dirijamos hacia la Patria esperada.Así levantamos los brazos en el metro o en el autobús para agarrarnos a esa barra puesta a propósito para ayudarnos a no caer. ¡De tal forma nos sostiene el Señor en nuestras flaquezas! En cuanto nos vemos en apuro, ¡manos arriba! Y Él nos sostendrá.
Quienes hacen deporte también habrán puesto en práctica este modo en más de una ocasión: en cada estiramiento, antes y después de entrenar, ¿verdad? Es la manera de no romperse, de no lastimarse... ¿No es igual cuando nuestro ser, nuestra mirada, están fijos en la meta celeste? Dios nos compensa con su fortaleza y sus consuelos.
¿Y sabes qué manera de orar con los brazos elevados me gusta especialmente? ¡El baile! ¡El baile de las sevillanas! ¡Cuánto disfruto viendo a dos bailar! (Porque en mí no quedó impregnado ese arte del color especial...). Como dijo el salmista: «En el bullicio de la fiesta, bendecid a Dios» (Sal 67). Y Dios también toca las palmas.
Octavo modo...
Meditación y estudio
¡Fácil, padre! ¡Todo es oración!Quiero ver en este modo a tantos profesores que se esfuerzan por enseñar a leer a sus pequeños alumnos. A esos alumnos cuyas miradas se iluminan cuando al fin consiguen leer un cuento, una historia que les despierta la imaginación.
Quiero ver a tantos estudiantes que, no sin grandes dosis de sufrimiento, preparan exámenes; la selectividad o unas oposiciones.
Quiero verte a ti, buen Dios, obrando rectamente en todos ellos, en todos nosotros.
Quiero ver más allá de la meditación... Quiero ver la contemplación donde Tú te haces presente con tanta ternura.
Quiero escuchar el silencio de verano cuando empieza a caer el sol y resuena en el cielo el piar de vencejos; cuando el atardecer estremece y eriza la piel.
Quiero verte a ti, Padre; y quiero ver a tu hijo Domingo presente en el corazón de cuantos meditamos –y contemplamos– o estudiamos, y quedamos absortos ante el esfuerzo por alcanzar a rozar tus caricias...
Noveno modo de orar...
De camino
Llegamos al último modo de orar, así recogido por la historia.Este modo es muy especial: sencillamente orabas por los caminos. Llegaste a tal punto de unión con el Señor que podías permanecer en el nivel elevado todo el día, de acá para allá. Dios hacía en ti su buena obra y tú fuiste completamente dócil a su Voluntad.
¡Qué bueno es Dios que mueve nuestros pasos! Allá donde vayamos, Él permanece a nuestro lado: sentado en el asiento vacío de cualquier vagón; acompañando la soledad de quien viaja a ninguna parte; en la contrarreloj por la puntualidad en un trabajo; o haciendo cola en cualquier supermercado.
Dios va delante; siempre delante. Y su camino es nuestro camino.
Y aquí... Dios pasea conmigo por el claustro. Y me lleva al coro a rezar... Y se sienta a descansar a mi lado. Vuela entre los vencejos y baila entre las hojas de un olivo milenario. Dios me lleva hacia su mirada.
* * *
Padre, no puedo añadir más... Tú en todo y el Todo en ti. Gracias.
Sor Eva María de la Soledad, O.P.
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«Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, 16pero con delicadeza y con respeto» (1Pe 3,15-16).